La Libertad del Límite

Para hablar de límites primero hablemos de libertad. Tenemos dos tipos de libertad la “libertad de elegir” y tambien la “libertad psicológica”. La libertad de elegir o el libre albedrío, La posibilidad y el derecho que tiene cada persona de elegir por A, B, o C.
Es decir, decidir sobre su propia conducta, optar por diferentes alternativas tomando un curso de acción. La libertad psicológica Se refiere a la decisión que tiene una persona para ser y crecer como individuo. La capacidad de vencer a sus objetos externos e internos, en la lucha del encuentro con su propio deseo, es la capacidad de autodeterminarse, de elegir permanentemente “ser persona”. Es decir, generalmente tenemos la libertad de elegir (aunque sea en un margen pequeño, por ejemplo si estamos presos o vivimos en regímenes totalitarios, o estamos casados, perdón se me escapó) pero no siempre tenemos libertad psicológica, por ejemplo si estamos bajo una adicción, somos esclavos de ella y por lo tanto no tenemos libertad psicológica.

Bien, ya que definimos libertad, ahora definamos límite, ya que ambos parecen conceptos opuestos.

El origen etimológico del mismo se encuentra en el latín y más exactamente en el vocablo limes, genitivo de limitis, que se puede traducir como “Borde o Frontera”

Un límite por otra parte, puede ser restricción o una limitación. Puede hablarse de límite legal, social u otro tipo de otro tipo. Para la psicología, un límite es una represión que no siempre resulta negativa. El límite está presente en nuestras vidas. Ignorar nuestros límites existenciales puede llevar a una serie de trastornos y de situaciones complejas. 

¿Y cómo relacionamos libertad con límite?

Veamos estas dos fotos 

Podemos decir que podríamos usarlas para mostrar libertad, pero si vemos a fondo la primera vamos a notar que el agua fluye, hermosa y apacible, sin importarle los límites o fronteras, ella fluye; pero si nos fijamos en el pobre árbol, ¿qué le va a pasar al árbol en esas circunstancias? Lo mas probable es que ese exceso de agua termine matando a sus raíces y muera. Cuando actuamos sin límites podemos dañar y dañarnos, nos afecta y afecta a todo lo que nos rodea. Si vemos la segunda foto, el camino nos pone un limite, pero no es un límite represivo, es el que nos acompaña, nos contiene, el que nos lleva en ese camino para desarrollar todo nuestro potencial, nuestra creatividad, a poder desarrollar y expresar nuestra libertad. Si no tuviéramos el límite del camino… nos pasaríamos dando vueltas en círculo, desorganizados, imaginen si lo hicieran en auto, a no ser que tengan una 4×4, el pobre auto terminaría roto tirado en el medio del campo, no avanzaríamos.

Por eso es importante poner límites. Los límites con los demás nos estructuran como personas, conforman nuestra identidad, definen nuestra forma de ser ante el otro… a mi YO, se le da forma con los límites.
¿Y cómo se relacionan los límites emocionales con los físicos? 

Nuestro mundo interno se proyecta en las cosas cotidianas que nos rodean: la comida, la casa, la economía, la ropa, la gestión del tiempo… Por eso. poner límites físicos a las cosas (poner un tope a la comida, a las drogas en caso de adicciones, gestionar mis horarios, mi tiempo, mi propio dinero) nos ayuda a poner límites emocionales con las personas (nos ayuda a que no abusen de nosotros, evitar darle poder a  alguien o algo)

Se acuerdan cuando sus hijos eran bebés, se acuerdan de esos primeros meses, En ese maravilloso y mágico momento el bebé cree que él y su mamá son “todo uno”, una fusión total donde no hay límites. Después de los 18 meses surge un momento en que el niño se descubre a si mismo como una persona autónoma y, por fin, puede ver a la madre como otro ser diferente. Definió su primer límite.

Con los límites se descubre la existencia del otro y, por tanto, se descubre la propia existencia. Se distingue hasta dónde tú y hasta dónde yo, como eres y como soy.

Con los límites nos diferenciamos, establecemos nuestra propia autonomía y eso es sano para el crecimiento personal.

Los límites físicos y los límites emocionales están muy relacionados: ambos generan auto-regulación y autonomía, que es una base de la autoestima.

Ahora, ¿qué es poner límites? Antes de hablar de cómo ponemos límites es importante saber que son los límites para nosotros, que me pasa a mi con los límites, en esencia es tomar las riendas de nuestras vidas, de nuestros actos y nuestras emociones. 

  • Es DECIR NO cuando no quiero algo y SÍ cuando lo deseo o necesito.
  • Es decir HASTA AQUÍ.
  • Es NO dejarme llevar haciendo lo que los demás quieren por no crear conflicto.
  • Es NO terminar haciendo las sugerencias de los demás.
  • Es NO dejar que invadan mi intimidad.
  • NO dar por hecho que cualquiera puede opinar, manipular y exigir sobre mi espacio personal.
  • Distinguir lo que quiero hacer y lo que no quiero hacer.
  • Cuando alguien me falta al respeto, aunque sea alguien a quien otorgue cierto “poder”:  jefes, profesores, tutores, padres,… no consentirlo.
  • Decir NO QUIERO aunque esto represente cierto dolor al otro (dolor que muchas veces sobredimensionamos, no es tanto).
  • Hacerlo con las personas que más queremos (que son las que más nos cuesta).
    No dejarme liar con los chantajes emocionales, por miedo a ser “egoísta” o “egocéntrico”, este es un error frecuente.
  • No confundirme con frases como “lo hago por tu bien”, el cariño nos descoloca.
    Es tener un ESPACIO PROPIO, una parcela privada sana que yo autogestiono (para que no explote en una parcela patológica).

¿Si es tan positivo para nuestras vidas poner límites, por qué no los ponemos?

Primero porque culturalmente confundimos el límite sano con el autoritario, el castrador, el que cercena nuestra libertad. Ese límite represivo que estuvo tan presente en nuestra cultura le dió mal marketing a la palabra. Ademas no hacemos valer nuestros límites por varias cuestiones: 

  • Porque no nos damos cuenta pensando “no me importa, no me cuesta nada” y se va acumulando. Después sientes un malestar general que no sabés de donde viene. El problema es que se malestar acumulado nos puede hacer estallar y reaccionar mal en situaciones desproporcionadas.
  • Por temor a ser egoístas y malas personas.
  • Por omnipotencia, y creer que podemos con todo.
  • Por miedo a las soledad.
  • Por automatismo, funcionar sin pensar, dejándonos llevar.
  • Porque en el fondo nos cuesta ponernos límites a nosotros mismos, o que otros nos los pongan.

Las consecuencias a no poner límites son varias, entre ellas podemos citar, inseguridad general, baja autoestima, dificultad para saber lo que quiero, falta de identidad, dependencia emocional, etc.

Como vemos, poner límites representa a nivel consciente: decir o hacer lo que se piensa en lo cotidiano, decidir mi propio camino. Y a nivel inconsciente: formarme como individuo, con mi propia individualidad, estructurarme psíquicamente.

¿Ahora, cómo impacta el poner límites en la vida de nuestros hijos? 

Primero y principal desarrolla valores, les hace madurar su AUTONOMÍA que es básico para la Salud Psíquica. El no poner límites es dejarse llevar por la vida y por los demás. ¡Esto genera sensación de descontrol! que intenta compensarse con un exceso de control en otras pequeñas cosas.

¿Me preguntarán, y cómo lo hago? 

  • Poco a poco. Primero hay que empezar por detectar las situaciones, aunque no podamos cambiar nada, estar alerta y localizar cuando me sienta mal algo (a veces respondemos tan automáticamente que no pensamos si me gusta o no lo que me están diciendo).
  • Recordar que seguimos queriendo a esa persona, que NO ES MALO, ponerle un límite…Cuando lo tengamos claro internamente empezará a salir solo…
    Soportar la culpa inicial, ¡no estamos acostumbrados!
  • Confiar en uno mismo, ya se irá pudiendo, sin prisas, todos somos personas igual de valiosas. El valor te lo das tú mismo.
  • Entender que todo no se puede, decidir-renunciar es una forma de avanzar.
    Siendo asertivo: decir lo que pienso, con educación y cuidado pero con firmeza, esto me hace sentirme coherente conmigo mismo, produce tranquilidad, seguridad y respeto.

Una frase de Ricardo Peter (filósofo y psicólogo nicaragüense :

“El límite es aquello que me arrebata de mí mismo y me lanza afuera, hacia la experiencia del otro. Es aquello que me revela que no estoy completo y que me deja siempre a la búsqueda, en permanente trascendencia o peregrinación”

Además ustedes están acá por sus hijos adolescentes, o entrando en su adolescencia, donde el niño dejó de ser niño, pero se transformó en algo que ustedes no conocen. 
En primer lugar, para poner límites en un adolescente primero tenemos que aprender a definir nuestros propios límites. Ellos le da mucha importancia al ejemplo, y chequean constantemente cuan congruentes somos con nuestras acciones personales y nuestras peticiones. No podemos decirles dejá de ver Netflix y nos quedamos hasta las 4 de la mañana viendo una maratón de Friends y después llegamos tarde a nuestro trabajo o nos despertamos de mal humor porque dormimos poco. Un límite sin ejemplo, por mas lógico que sea, queda como una acción autoritaria, nos resta autoridad y el efecto será todo lo contrario a lo que buscamos.

El adolescente entra en una etapa de su vida de profunda crisis. Es el período de transformación de niño a adulto. Esos cambios no solo incluyen lo físico, incluye el desarrollo de su sexualidad, su autoestima, su personalidad y su sociabilidad, es decir un cambio total entre lo que fue y lo que será.

En esta etapa, el desarrollo de su sexualidad viene acompañada de un aumento de sus impulsos. La fuerza de las pulsiones (entendida como energía psicológica) produce una vulnerabilidad acentuada en su personalidad. Esto hace que desarrolle distintos mecanismos de defensa (intelectualización y sublimación) para encausar esa energía de una forma socialmente aceptable. La inadecuación de esas defensas a la intensidad de los conflictos puede ser el origen de comportamientos mal adaptados.

En esos cambios necesita diferenciarse de sus padres, para poder desarrollar su propia identidad. Los padres dejan de ser ideales para convertirse en reales.

Los adolescentes se debaten entre su rebeldía y la autoridad que sigue necesitando. 

Precisa de límites, aunque le cueste asumirlos. 

Por eso los padres deben mostrarse firmes y seguros frente a sus hijos en esta difícil edad. 

En los casos más conflictivos será necesario la ayuda de profesionales, por ejemplo un trastorno límite de la personalidad, que es un trastorno mental grave que se caracteriza por un patrón dominante de inestabilidad en la regulación del afecto, el control del impulso, las relaciones y la imagen de sí mismo. 

Igualmente ustedes como padres tienen la responsabilidad especial en la educación de los adolescentes y es necesario que aprender a respetar su autoridad. 

La falta de límites les va a condicionar su vida adulta. Hay que tomar en cuenta que en esta etapa de la vida es donde surgen los distintos trastornos psicológicos y las adicciones.

Las adicciones es la vía que adoptan como un falso límite contenedor para tapar la angustia de todas las transformaciones que están viviendo. Si como padres no ponemos límites (sanos y contenedores), ellos los buscarán fuera y no siempre con buenos resultados.

Como vimos, poner límites no es reprimir, no es gritar, no es ser autoritario. Es ser como ese palito que le ponemos a una planta para que pueda desarrollarse, es el camino que nos lleva a desarrollar nuestras potencialidades. Y nos gustaría que se queden con la imagen de este ejemplo 

Veamos la gelatina, para que se pueda formar, necesitamos de un molde que la contenga, y que se pueda separar y ser independiente cuando se ha formado. Sin el molde, nunca vamos a tener un postre de gelatina

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